En menos de un mes, la crisis política se devoró a los dos principales jugadores, Mauricio Macri y Cristina Kirchner. Durante dieciséis años se consolidaron retroalimentándose el uno con el otro, adoptando un perfil de antítesis, apuntando el uno al otro como el enemigo y adueñándose cada uno del voto en un distrito fuerte, el macrismo en la Ciudad y el kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires. Hasta compartieron el poder de la Casa Rosada, aunque ella estuvo 12 años y él sólo 4.
Ambos fueron poco proclives a trabajar en su herencia y a formar cuadros políticos con la capacidad para sucederlos. No supieron retirarse a tiempo, y la política comenzó ahora a retirarlos, paulatinamente. Los dos cumplen años en febrero, con apenas once días de diferencia. Cristina, 72, Macri 66.
El 18 de mayo Macri fue derrotado de manera estrepitosa -porque hizo una intensa campaña pero no pudo evitarlo- en el bastión que gobierna el PRO desde hace casi dos décadas. Y fue relegado al tercer lugar detrás del kirchnerismo y de una fuerza nueva como la de Javier Milei que ya lo desalojó del escenario nacional y en dos años pretende hacer lo mismo en la Ciudad.
A Macri comenzó a jubilarlo el propio Milei cuando dijo que estaba “grande” y no entendía el proceso que estaba ocurriendo; pero fundamentalmente está en ese no lugar producto de malas decisiones; desde la organización de la interna presidencial entre Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta, su apuesta por Milei que resultó un boomerang y su fallida estrategia electoral en Ciudad que puso en manos al catalán Antoni Gutiérrez Rubí.
Reducido el PRO tras la derrota en Ciudad a un partido provincial -porteño-, ya que ni los gobernadores Ignacio Torres en Chubut o Rogelio Frigerio en Entre Ríos gestionan o definen su relación con la Nación bajo el ala supervisora de Macri, al exmandatario le queda poco para negociar. Ni siquiera buena parte de sus legisladores y dirigentes, algunos referentes, le responden en forma vertical. Bullrich se pasó de bando, Larreta se fue, Cristian Ritondo y Diego Santilli tienen juego y peso específico propio, por citar solo algunos nombres.

La última carta que tiene el macrismo, riesgosa, si pretende evitar ser deglutido por La Libertad Avanza es jugar solo. Pero a nivel nacional no alcanzaría los dos dígitos. ¿Quiénes estarían dispuestos a inmolarse y empezar de cero? Muy pocos.
Cristina, dejó de ser eterna
El fallo de la Corte Suprema que deja firme la condena de Cristina Kirchner a seis años por corrupción, no sólo la obliga a quedar presa en su domicilio -porque tiene más de 70 años- sino que le impide de por vida ocupar cargos públicos. Una candidatura era una carta que ostentaba la expresidenta para buscar forzar a su favor alguna negociación.
Cristina ya venía cuesta abajo en su capital político y liderazgo, más allá del rotundo fracaso de la gestión de gobierno que ella compartió con Alberto Fernández, al punto que en el video de campaña que difundió recientemente para explicar por qué competía en la provincia omitió su paso por la vicepresidencia. Primero tuvo que aceptar el desafío del riojano Ricardo Quintela por la jefatura del PJ nacional, devenido en un sello de goma como escasa incidencia en la vida política, pero el peronismo olfateaba debilidad. Luego la rebeldía de quien fuera su ahijado político Axel Kicillof, cuando la amenazó con desdoblar la elección de la provincia. Sabía que el poder de Cristina ya no era el mismo.
Y la debacle se visibilizó cuando Cristina tuvo que aceptar esa separación de los comicios ordenando a su grey camporista abandonar la pelea con el gobernador. Terminó postulándose a un cargo que es el de menor rango en más de 30 años de carrera, como diputada provincial por la Tercera Sección Electoral, sólo para mantener la presión sobre Kicillof. Un deja vu de 1989, cuando accedió a su primer puesto político como legisladora en Santa Cruz.

Un dirigente kirchnerista ironizó con que todo lo ocurrido no era una declinación ni un signo de su debilidad político: “Sólo dio un paso atrás para después dar dos adelante”. De pronto la lapicera dorada con la que diseñaba las listas de candidatos se convirtió en una birome similar a la que el gobernador bonaerense.
Muy lejos parece haber quedado la frase allá por el 2011 de la ultrakirchnerista Diana Conti, que lanzó “Cristina eterna” para reclamar la reelección presidencial indefinida de la líder K, mientras la entonces presidenta lanzaba el “vamos por todo”.
Demasiada anticipación
Tan lejos para un país como la Argentina parece estar también el 2027, cuando deba votarse para presidente, entre otros cargos. Sin embargo, ya Javier Milei comenzó a familiarizarse con el término reelección y lo mencionó en su gira internacional.
Hasta el secretario de Finanzas, Pablo Quirno, expuso con esa lógica ante empresarios españoles. Claro que lo hizo con la idea de captar inversiones, algo que tratándose de la Argentina y su historia de inestabilidad permanente, es todo un desafío.
Luego de dejarles en claro en Madrid que la rentabilidad de sus inversiones podrían darse en cuatro o cinco años, esto es ya en un segundo mandato de Milei, el funcionario detalló: “Argentina está en condiciones, en ocho años o seis años y medio si el presidente es reelegido, de devolverle al sector privado medio trillón de dólares con reducción de impuestos”. Es decir, a partir del 2031, cuando vencería un eventual segundo mandato del libertario o más adelante con un “Milei eterno” vía reforma constitucional. O de lo contrario, con alguien libertario que lo suceda más allá del 2031. Ciencia ficción para cualquier inversor.

Resulta difícil de comprender cómo el Gobierno alienta una polarización con el kirchnerismo, que se ha caracterizado por romper y cambiar todas las reglas jurídicas en la actividad económica. Y al mismo tiempo, intenta atraer inversiones a mediano y largo plazo apostando a una década o más de gestión libertaria.
Los líderes políticos suelen elegir sus aliados, pero también a sus enemigos; y ambos dejan de lado la pelea interna en función de los intereses del país. En España, el socialista y presidente Pedro Sánchez está en las antípodas del líder opositor Alberto Nuñez Feijóo del centroderechista Partido Popular. Sin embargo, ambas fuerzas han votado en conjunto la mayoría de las veces en el parlamento europeo. Aquí, la estrategia libertaria le ha cedido el protagonismo al kirchnerismo y lo ha ubicado en el sitial de la alternativa de Gobierno a Milei; pero los dos tienen intereses contrapuestos respecto del mercado, de las empresas y de los inversores extranjeros.
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