La Casa de la Cultura del Sindicato de Empleados de Comercio —rebautizada la semana pasada como Fabián Miranda, en honor al músico fallecido en febrero e impulsor de acitvidades en ese lugar—, presenta un ciclo de muestras pictóricas que serán curadas por el reconocido artista plástico sampedrino Claudio Hernández.
La primera muestra del ciclo estará a cargo de Facundo Monteverde, el destacado modelo y representante de modelos que pondrá en San Pedro su primera exposición en solitario desde que decidió exhibir su obra pictórica.

Monteverde, integrante de una reconocida familia sampedrina, estudió arquitectura y es un declarado amante de las artes visuales. Asegura que la obra de Claudio Regazzoni le “voló la cabeza” y también señala como influencias de la propia a Juan José Cambre, Eugenio Kutica, Luis Wells, Graciela Paats, entre otros.
La exposición en la Casa de la Cultura del SEC tiene una particularidad: allí se crio su padre, Rodolfo.
Su madre pintaba “en los ratos libres.. Su hermano Pato, que también se llamaba Rodolfo y también pintaba, fue quien le abrió las puertas del mundo del arte contemporáneo en Buenos Aires en la década del 80.

El artista utiliza diversas técnicas para plasmar una obra “donde la figura apenas se insinúa para luego desvanecerse en el gesto, como si la identidad fuera siempre un movimiento inacabado“, según sus propias palabras.
Monteverde asegura que en sus piezas no busca “retratar sino interrogar” y que su rol como artista plástico —aunque prefiere no autodenominarse como tal— surge de contraponer a su experiencia en el mercado publicitario la desobediencia a los canones de belleza.
Por eso la muestra se llama “Pinto para desobedecer”. Podrá visitarse durante todo julio gratis desde el sábado, cuando a las 19.00 se abra formalmente al público en el marco de la presentación del ciclo que curará Claudio Hernández y contará con ambientación musical del destacado Sebastián Paladini.

Monteverde dijo que su experiencia como “curador de talentos, modelos, actores y productor de casting” implicó “25 años clasificando, seleccionando, encasillando caras y cuerpos para satisfacer el mercado publicitario y de moda“.
Ese rol, que lo “enfrentó a los límites de la representación de lo ‘aceptable'” es el que le despertó una mirada para su obra pictórica, que contrapone a las reglas de “la estética comercial” la libertad para “romper moldes” y “desobedecer“.
