Victoria Schwab escribe, ante todo, con una ambición determinada. “Quiero que mis libros se te metan bajo la piel”, cuenta en entrevista con Viva. “No son para que los leas en un día y los olvides: lo que quiero es que sigas pensando en ellos tres meses o tres años después.”
Con 25 novelas publicadas, traducciones en más de una decena de idiomas y una comunidad de lectores que la sigue con fervor, V. E. Schwab, californiana de 38 años, es una de las voces más destacadas de un género muy popular: el fantasy.
En su nueva novela, Que entierren nuestros huesos en la medianoche (Umbriel), la autora expande su mundo narrativo. La trama sigue a tres protagonistas en tres épocas y lugares distintos (Santo Domingo de la Calzada en 1532, Londres en 1827 y Boston en 2019) como punto de partida para explorar el lugar de la mujer a través de la historia, el precio de la resistencia y el camino del autodescubrimiento. Que lo haga a través de vampiros, lesbianismo y relaciones tóxicas es un giro que solo ella puede darle. Y lo curioso es que dice que es su libro “más personal”.
Decidí que quería ser yo misma, contar las historias que me gustan y ocupar el espacio que deseo ocupar.
“Son pocos los personajes que considero autobiográficos. Lo hermoso de escribir ficción es que te permite separarte y explorar realidades por fuera tuyo. Pero para este libro hice un esfuerzo consciente de volcar partes de mi biografía: mi identidad, mi sexualidad, mis inseguridades… Todo ello atraviesa estas páginas”, dice.
Y agrega: “Las tres jóvenes que protagonizan la novela representan fases de mi identidad queer. Alice, la chica del presente, personifica el no saber aún quién sos. Charlotte (Londres, 1827), en cambio, ya conoce su identidad, pero le tiene miedo y se desespera por ser vista. Sabine (Santo Domingo, 1532) es ella misma sin pedir disculpas, no cambia para encajar en el mundo que la rodea. Son etapas que yo misma he atravesado en los últimos 15 años”.
-Una de las frases más potentes del libro dice: “El mundo intentará hacerte pequeña. Te dirá que seas modesta y sumisa, pero el mundo está equivocado”. Como mujer queer en la literatura, ¿sentiste esta presión?
-Llevo quince años en el mundo editorial, pero pasé los primeros diez buscando amoldarme a una industria que muchas veces no quiere mujeres en el fantasy ni autores queer en el mainstream. Te dan una migaja y esperan que te sientas agradecida. Te dicen: “Podés escribir una novela queer, pero va a estar en la estantería del rincón”. Me pasaba que venía alguien a una firma de libros y me decía: “Menos mal que no sabía que eras mujer. Si no, nunca hubiese leído tu libro”. El machismo está muy presente en cómo leemos. Y muchas veces ese rechazo viene incluso de mujeres jóvenes, porque está arraigado en nuestra identidad.

-¿Qué hacías vos frente a situaciones como esas?
-En lugar de escapar, parte de mi carrera consistió en decir: “Sí, soy mujer y soy gay, pero no te preocupes porque me aseguraré de que no sea tan evidente”. Las mujeres a lo largo de la historia -por eso la novela recorre 500 años- han sido enseñadas a conformarse. Si estabas en el closet, pensabas: “No tengo derecho a la felicidad ni al amor. Tengo que fingir que estoy bien con lo que me tocó”.
-¿Cuál fue el momento en que dejaste de fingir que estaba todo bien?
-Fue tras el éxito de mi novela La vida invisible de Addie LaRue (2020). Me di cuenta de que si no aprovechaba el momento para ser ambiciosa y valiente, entonces jamás lo haría. No quería pasarme la vida intentando encajar. Cuando un libro tiene éxito, sentís la presión de quedarte ahí; de repetir la fórmula y no salir de la zona segura. Pero decidí que quería ser yo misma, contar las historias que me gustan y ocupar el espacio que deseo ocupar. Siempre habrá alguien que no te acepte, pero si le das entidad, la única persona que se perjudica sos vos mismo.
-¿Sentís que tus libros pueden ayudar a otros en sus propios caminos de aprendizaje?
-Creo que los libros pueden ser un acto de radicalización, en el sentido de que nos exponen a versiones de nuestro mundo que no sabíamos que podíamos tener. Las novelas de fantasía muchas veces nos muestran personajes que aprenden a ocupar un espacio propio. Sabemos que la realidad no siempre es como quisiéramos que fuese, pero nos invitan a imaginar cómo podría verse. No soy tan arrogante como para pensar que mi libro es en sí un acto de resistencia, pero sí me gustaría que si lo lee alguien que ha comprado la idea de que debería conformarse con menos, que empiece a preguntarse por qué no se siente con derecho a desear lo que quiere y necesita.
Parte de mi carrera consistió en decir: ‘Sí, soy mujer y soy gay, pero me asegurarué que no sea tan evidente.
-¿Cómo nace esta pasión inquebrantable por la literatura?
-En realidad, no era una gran lectora de chica. Hacía deportes. Lo mío era el fútbol. No fue hasta los once o doce años que tuve mi primera experiencia mágica con la lectura. Hay dos formas de leer. Una es simplemente pasar los ojos por las palabras, sin que nada entre. Pero hay otra distinta: ese momento en que la historia es tan absorbente que te olvidás de que estás leyendo palabras en papel y empieza a proyectarse como una película en tu cabeza. Es como cuando vas al cine y los bordes de la pantalla se vuelven invisibles. Olvidás el dispositivo y empezás a alucinar una historia en tiempo real… Fue una revelación. Pensé: “Yo quiero hacerle esto a otras personas”.
Schwab hoy escribe con la seguridad de quien conoce bien el ámbito por el que se mueve y hasta se anima a incursionar en nuevos territorios. En el año 2022, creó para Netflix First Kill, serie adolescente que retoma su amor por los vampiros. Y en paralelo, trabaja en el salto al cine y TV de varias de sus novelas, una tarea que describe como “tan frustrante como atractiva”. Acostumbrada a los libros, donde el autor tiene pleno control de la historia, en el mundo audiovisual el guionista es una parte más de un equipo mayor a él.
Como todo en esta vida, Schwab aprende sobre la marcha. Es que si hay una palabra que podría resumir su carrera es determinación. Incluso antes de los best-sellers y el cariño de los fans, cuando su futuro en la industria era incierto, sabía que no bajaría los brazos hasta lograrlo.

“Desde el momento en que metí un pie en la puerta, iban a tener que sacarme a rastras”, sentencia. Es que había algo más grande en juego: una pasión por la palabra que llevaba años buscando abrirse camino.
-Pasaste la etapa inicial de tu carrera sintiendo que el mundo editorial no te aceptaba. ¿Pensaste en abandonar la escritura?
-Tuve dudas, pero nunca me replanteé mis elecciones. Soy una persona muy determinada. Sabía que debía perseverar. Durante los primeros años escribí tanto libros para chicos como para adultos porque no podía permitirme económicamente hacer un solo tipo. Deseaba tanto dedicarme a esto… Pensaba: “Voy a acercarme a la meta con cada historia. Si tomo un trabajo por encargo, lo voy a hacer mío. Si tengo que escribir tres libros al año, voy a escribir tres libros al año”.
-Confieso que me alimenta el rechazo. Cuando me dicen que no puedo hacer algo, mi objetivo pasa a ser el demostrar que se equivocan. Muy temprano en mi carrera, los editores me decían que no iba a ser mainstream, que mis libros no eran lo suficientemente llamativos, o que los temas no eran lo bastante simples… Siempre había una razón para explicar por qué nunca sería exitosa. Pero yo sabía que, si lograba construir una audiencia lo suficientemente grande como para sostenerme, iba a ser imparable. No por el éxito en sí, sino porque me permitiría hacer lo que quiero y contar las historias que me mueven. Ahora llevo 25 libros publicados. Ya no pueden deshacerse de mí (se ríe).