En la Argentina viven unos 300.000 gitanos, cuyos antepasados comenzaron a radicarse en el país alrededor del año 1902. En nuestro país viven los tres grupos predominantes: los rom, que llegaron desde Rusia, Grecia y Moldavia; los calé, que llegaron desde España; y los ludar, que provenían de Rumania y Serbia.
La familia es el pilar fundamental de la comunidad gitana. A los niños, desde muy chicos, se les inculca el valor del lazo familiar y el respeto hacia los ancianos.
Incluso, el concepto de familia va más allá de los parientes más o menos cercanos y se extiende a otros miembros de la comunidad.
En este contexto, cuando algún familiar tiene una enfermedad grave y su final está cerca comienzan las ceremonias relacionadas con su funeral.
Otra característica de la sociedad gitana es que, tradicionalmente, es patriarcal, aunque las mujeres tienen un papel significativo. Ellas son las guardianas de la cultura y las tradiciones, y transmiten conocimientos ancestrales a las nuevas generaciones.
Con la música y el baile como elementos centrales de su cultura, como el flamenco en España y los ritmos romaní en Europa del Este, los gitanos también cumplen estrictos ritos a la hora de la muerte.
El sitio del Teatro Flamenco, de Madrid, explica que “en los preparativos del rito funerario gitano participan tanto la persona que está en sus últimos días de vida, como los seres queridos de esta”.
Una de tradiciones de este rito gitano es que “la familia se reúne en el lugar donde está el agonizante y pasan las horas hablando y comiendo junto a su ser querido”.
“Para que la persona esté bien preparada para el viaje al más allá, antes de morir se le da un baño de agua salada y se la viste con ropa nueva”, agrega el sitio. Una curiosidad: a la mujer se le colocan cinco enaguas.
Una vez que llega el momento del fallecimiento, se produce una gran exhibición del dolor y sufrimiento que acaba en cantes dedicados al difunto. Los gitanos colocan al fallecido en un féretro junto con objetos que amaba en vida, así como joyas personales y monedas de oro.
El luto en el rito funerario gitano es una muestra de respeto que tiene una duración diferente en función de la cercanía del familiar. Es muy estricto en cuanto a las vestimentas: los hombres visten camisa de mangas largas y pantalón negro, calzado sin broches y un pañuelo anudado al cuello y las mujeres, de negro con un pañuelo.
“Toda persona que se pone de luto hará sacrificios en su vida cotidiana, como no ver la televisión o escuchar la radio, no entrar en bares ni restaurantes o no asistir a fiestas entre otros”, agrega el sitio.
Durante el período de luto, además, los dolientes no pueden afeitarse, usar jabón, pintar, vestir ropas nuevas. Al terminar el luto, los hombres suelen quemar la cinta negra que llevaban en la camisa.
La comunidad gitana no permite autopsias, por lo que el fallecido es enterrado con la misma ropa y joyas que tenía al momento de su muerte. Así pues, el mismo debe ser velado durante siete días seguidos y posteriormente, se vuelve a realizar esta ceremonia al pasar los seis meses.
El sitio del Teatro Flamenco, de Madrid, también narra en su web ciertas características básicas de esta población tan particular. “Hay una alta población de gitanos que creen firmemente en la reencarnación y otros que no piensan que esto pueda ser posible”.
Pero el análisis del medio es muy claro cuando afirma que: “Aunque existan poblaciones gitanas con diferentes creencias religiosas sobre la muerte gitana, todas están de acuerdo que cuando un gitano fallece, entra en un mundo bienaventurado y trascendental donde es acogido”.