Rosario, capital nacional de la agroindustria, se puso en el centro del tablero. Esta semana tuvieron lugar dos eventos cruciales: la Cumbre Panamericana de Biocombustibles, y la Semana del Clima. Y la semana próxima se desarrollará el Congreso Internacional del Maíz. La vaca viva a pleno: desde allí salen al mundo los productos que explican más del 50% del ingreso de divisas de la Argentina. Pasarán muchos años antes de que minería y Vaca Muerta arrimen el bochín.Por eso hacía falta este puñetazo en la mesa. Los biocombustibles no solo son la fase superior de las cadenas de valor agrícolas. Son también el mayor aporte que hizo el país en materia ambiental. Biodiesel y etanol, derivados respectivamente de la soja y el maíz (más la caña de azúcar) explican la mayor parte de la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. En ambos casos, la huella de carbono se reduce en más de un 70% respecto a los combustibles fósiles. Y se está sumando el biogás, con un racimo de plantas de generación que no solo convierten residuos de biomasa en energía, sino que ya comienzan a utilizarse en el transporte.La Cumbre Panamericana de Biocombustibles contó con el invalorable auspicio del Instituto Interamericano de Cooperación Agrícola, con sede en Costa Rica. Su titular, el argentino Manuel Otero, está culminando su prolífico mandato, y con este nuevo hito coloca nuevamente al agro americano en un lugar de relieve global, precisamente por su contribución a la lucha contra el cambio climático. Y no solo por el aporte en bioenergía, sino por la implementación de prácticas regenerativas donde América lidera a nivel global. Otero promovió y difundió esta gesta en todas las cumbres climáticas desde que asumió en el organismo internacional. En lo personal, debo agradecerle la distinción de que me hizo objeto, junto al experto Claudio Molina, por nuestros esfuerzos para instalar el tema de biocombustibles en la Argentina.Pasaron apenas 35 años desde que publicáramos en la tapa de este suplemento aquella nota “Ponga un choclo en su tanque”. Con ilustración del inolvidable Horacio Cardo, relatábamos lo que se estaba iniciando en los Estados Unidos, con el corte de la nafta con etanol de maíz. Argentina había entrado en una nueva era, con la llegada del uno a uno, que abría paso al sendero de la intensificación. Nuevos híbridos de mucho mayor potencial de rendimiento, alta respuesta a la fertilización e ideales para romper con la tendencia al monocultivo de soja. Éramos ya los segundos exportadores mundiales y teníamos todo para crecer.Poco después, doblamos la apuesta con el “Ponga un poroto en su tanque”. Ahora la idea no venía de Estados Unidos, sino de Francia. Allí habían desarrollado el “Diester”, biodiesel a partir del aceite de girasol. Nosotros ya éramos un jugador muy fuerte en el mercado mundial de aceite de soja, así que el bodiesel estaba cantado.Tras un período de inducción de diez años, se empezó a desatar la madeja. Claudio Molina redactó la ley de corte obligatorio. Con incansable capacidad negociadora, convenció a la mayor parte del Congreso. En el Senado logró unanimidad. No hubo lobby de ninguna entidad, ni del campo ni de la agroindustria. Solo voluntades individuales, aglutinadas por Claudio desde la Asociación Argentina de Biocombustibles e Hidrógeno.Arrancamos. Hoy hay 50 plantas de biodiesel de todos los tamaños, para satisfacer la demanda interna originada en el corte del gasoil. Y cinco grandes plantas de etanol de maíz, más lo que proveen los ingenios a partir de la caña de azúcar. Pero estamos apenas a mitad de camino. Hay un pie en la puerta giratoria. Brasil sigue aumentando el corte (ya está en el 30%) y aquí seguimos estancados en el 12%. El responsable de Toyota en Latinoamérica planteó esta disyuntiva, remarcando que la empresa japonesa tiene una estrategia para cada región en el sendero de la descarbonización. Y para las Américas es definitivamente el de los biocombustibles.

A 35 años del "Ponga un choclo en su tanque" | FM Avenida
Comparte este artículo
No hay comentarios