Bonario se convirtió en la nueva joyita gastronómica de Villa Urquiza. Ubicada en una esquina tranquila del barrio, esta cantina de estilo mediterráneo propone una experiencia que lo tiene todo: brunchs tentadores, pastas caseras, cócteles de autor y un ambiente encantador que invita a quedarse.
Con una cocina que mezcla tradición y creatividad, ya es furor entre vecinos y curiosos que se acercan desde otros puntos de la ciudad. Detrás del concepto está el chef Sebastián Iraola, quien diseñó una carta que rinde homenaje a la cocina casera con un toque contemporáneo. Desde un café por la mañana hasta una cena con platos para compartir, este restaurante ofrece sabores intensos y una atmósfera cuidada.
La propuesta de brunch en Bonario es ideal para quienes buscan desayunar rico y distinto en Villa Urquiza. En la carta se destacan el avocado toast, los granola bowls y unos huevos revueltos servidos con sweet bacon, pico de gallo y mango.
Todo esto acompañado por cafés de especialidad como el flat white o el imperdible Bon Affogato, que mezcla helado con espresso caliente en una fusión perfecta para golosos.
Este espacio, ubicado en el barrio de Villa Urquiza, también funciona como café de barrio con alma europea, donde se puede pasar desde la mañana hasta la tarde disfrutando de buena música, ambiente relajado y atención cálida.
Si buscás un lugar donde comer pastas caseras en Villa Urquiza, Bonario se lleva todos los aplausos. Su menú de mediodía y noche incluye platos artesanales con ingredientes frescos y combinaciones que sorprenden: desde ravioles de trucha y puerro hasta risotto de hongos con queso azul.
También hay platos más contundentes, como la Musaka de carne braseada con berenjena y salsa Mornay, o la milanesa de bife de chorizo con tagliatelle de espinaca y manteca de salvia.
Bonario también es una excelente opción si estás buscando dónde tomar cócteles en Villa Urquiza. Su carta incluye tragos clásicos y creaciones propias, como el Bonario Spritz, una mezcla de gin, vermouth rosado y frutas tropicales, o el Momo Lemonade, ideal para quienes prefieren opciones sin alcohol. Todo acompañado por una selección cuidada de vinos argentinos y cervezas artesanales.
El entorno hace la diferencia: mesas al aire libre rodeadas de plantas, una deco que mezcla lo rústico con lo moderno y un salón luminoso con sillones, colores cálidos y detalles que invitan a alargar la sobremesa.
