Aunque se sabe desde hace décadas que la radiación ultravioleta del sol puede dañar la piel, la historia con las lámparas LED de secado para uñas es bastante más reciente. Todo comenzó hace apenas cuatro años, cuando la investigadora María Laura Dántola, del CONICET y docente universitaria en La Plata, notó que muchas de sus alumnas tenían la manicura impecable.
Intrigada, la docente la preguntó a sus alumnas cómo lograban tal nivel de prolijidad, y las jóvenes respondieron que se hacían el esmaltado semipermanente en casa, usando esmaltes especiales y una lámpara LED para secarlos más rápido.
La facilidad de acceso a este sistema, la frecuencia de uso y la potencia de los aparatos encendieron una alarma científica. Fue el inicio de una investigación que hoy confirma que, aunque los modelos actuales no emiten los mismos rayos UVA que los primeros dispositivos, siguen generando preocupación por sus posibles efectos sobre la piel.
Un equipo del Instituto de Investigaciones Fisicoquímicas Teóricas y Aplicadas (INIFTA, CONICET-UNLP) encabezado por Dántola, junto a Mariana Serrano, Mariana Vignoni y Carlos Ardila Padilla, analizó los efectos de la radiación emitida por estas lámparas sobre compuestos presentes en nuestra piel. Lo hicieron mediante una serie de ensayos en laboratorio, simulando lo que ocurre durante una sesión típica de manicura de cuatro minutos. El trabajo se publicó recientemente en la revista científica Chemical Research in Toxicology.
“Tras una exposición de cuatro minutos, lo que dura un ciclo típico de manicura, observamos que todos los compuestos estudiados sufren modificaciones que conducen a una alteración de sus funciones biológicas”, explicó Mariana Serrano.
Además de los resultados del estudio, las investigadoras advierten sobre el uso frecuente de estos aparatos sin ningún tipo de regulación. “La preocupación se exacerba debido precisamente al uso indiscriminado de estos dispositivos, sin control alguno ni regulaciones que exijan a los fabricantes que informen sobre los eventuales riesgos de una exposición con alta periodicidad a este tipo de iluminación”, señaló Serrano.
Los procesos que se generan con la exposición repetida pueden afectar el funcionamiento normal de moléculas clave de la piel. El equipo detectó modificaciones comparables a las que provoca el sol al mediodía en un día primaveral. Según explicaron, estas alteraciones pueden generar consecuencias como:
“Se trata de procesos que, de una u otra forma, derivan en la muerte celular”, explicó Vignoni. “El ejemplo más claro es la acción que se produce sobre la tirosinasa, una de las enzimas que participan de la síntesis de melanina”.
Aunque el estudio forma parte de la ciencia básica, los investigadores remarcan que sus resultados pueden servir para desarrollar estudios más aplicados y también para informar al público. Proponen medidas preventivas que son simples y efectivas:
“Consideramos importante que estos dispositivos informen acerca de los efectos perjudiciales que puede provocar su uso no controlado”, remarcan los científicos.
Usar protector solar en las manos, optar por guantes que dejen libres solo las uñas o reducir la frecuencia de uso podrían ser estrategias suficientes para minimizar los riesgos. Así, con más información y ciertos cuidados, cada persona puede decidir con responsabilidad cómo quiere cuidarse.