La Argentina es como un auto usado en mal estado. Funciona, pero mal, y para arreglarlo hay que ponerle plata. Pero eso no es todo: hay que decidir por dónde se empieza y además cuidarlo para que no se vuelva a romper.
Antes de asumir en el Gobierno, el presidente Javier Milei había adelantado que su plan consistía en ‘pulverizar’ la inflación y en establecer como meta el superávit fiscal.
Para llevar a cabo lo que pensaba iba a ejecutar una política de shock, es decir un programa disruptivo y repentino que podía provocar estanflación, es decir, una suba de precios con recesión.
Los que más iban a sufrir este plan eran los sectores medios de la sociedad, porque para “los argentinos más postergados”, si la situación cambiaba era para mejor. “La única billetera abierta será la de Capital Humano”, repetía Milei en aquellos días.
El Gobierno cumplió con su promesa electoral. Aplicó el plan anunciado a pesar de prometer un ajuste inusual en el país.
La estanflación duró menos de lo pensado y los precios empezaron a bajar. La economía cayó, pero luego comenzó a recuperarse. El primer escollo, a pesar de la quita de subsidios y otros ajustes en los que se destacó el achique del Estado, la sociedad la soportó. Una muestra es que la imagen del Gobierno no tuvo el desgaste que se pronosticaba.
La baja de la inflación, que para el Gobierno es un logro, para el mercado un dato y para la gente un alivio, funciona como un buen punto de partida a la hora de seguir alistando el auto viejo y con variados problemas en el que se convirtió la Argentina a lo largo de los años.
En definitiva, que los precios al consumidor hayan marcado en mayo una suba de 1,5% y que se convierta en el número más bajo en cinco años, no parece menor.
Con este dato, el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) también informó que la inflación de mayo fue de 43,5% interanual y marcó la decimotercera desaceleración consecutiva.
En este caso, hay que retrotraerse a 2021 para encontrar un número más bajo (42,6%).
Pero la baja de la inflación, si bien es importante, no es todo. Una de las metas que al Gobierno le cuesta cumplir está vinculada a la acumulación de reservas prometida al Fondo Monetario Internacional (FMI) en el último acuerdo.
Para emparchar tal situación, Economía recurre cada vez más al endeudamiento. El Riesgo País bajó, y la Argentina se convierte poco a poco en un país ‘prestable’.
En la semana se dieron a conocer dos noticias que engrosan las reservas y también las deudas. En la primera, el Gobierno estructuró un plan para poder emitir deuda por hasta US$1.000 millones mensuales hasta fin de año. La cifra sumada llega a un tope de US$ 7.000 millones. El otro anuncio fue que cerró un préstamo REPO, que es una operación de deuda en la que se entregaron bonos de garantía, por US$ 2.000 millones y en el cual intervinieron siete bancos internacionales. La tasa que pagó fue de 8,25% anual y a las reservas le quedarán US$ 500 millones.
Salir al mercado es bueno, al menos tener la posibilidad de hacerlo. El problema es enamorarse de ese mecanismo y que el endeudamiento que hoy se festeja, no sea sustentable en el largo plazo.