Durante miles de años, los cerdos fueron parte de la vida doméstica. Pero la historia de cómo comenzaron a convivir con los humanos no fue siempre tan clara. Antes de formar parte de granjas y corrales, los jabalíes silvestres ya rondaban los primeros asentamientos humanos. Ahora, un hallazgo científico aporta pistas concretas sobre cuándo y cómo comenzó esa relación.
Un grupo de investigadores de la universidad de Dartmouth analizó dientes fosilizados de cerdos encontrados en el sur de China y descubrió que los restos contenían residuos de arroz cocido, tubérculos y hasta rastros de parásitos humanos. Este descubrimiento demuestra que hace unos 8.000 años los cerdos ya compartían entorno y dieta con las comunidades agrícolas.
El estudio, publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, analizó el sarro de dientes fósiles de cerdos encontrados en dos sitios arqueológicos del sur de China: Jingtoushan y Kuahuqiao.
Gracias a la buena conservación de estos restos, el equipo logró identificar más de 200 gránulos de almidón provenientes de arroz, ñames y otros alimentos cocinados. Estos ingredientes no forman parte de la dieta natural de un jabalí salvaje, lo que indica un acceso frecuente a comida humana.
También encontraron huevos de parásitos intestinales típicamente humanos. Esto sugiere que los animales comían sobras en un entorno contaminado con residuos humanos, probablemente dentro o muy cerca de las viviendas. Esta convivencia no era forzada: los jabalíes se acercaban por su cuenta, en busca de alimento, dando paso a lo que los científicos llaman “vía comensal” de domesticación.
Además de modificar su dieta, los cerdos comenzaron a cambiar físicamente. El estudio muestra que, con el paso de las generaciones, estos animales se volvieron más pequeños, menos agresivos y más sociables. Sus cerebros también se redujeron en tamaño, algo que suele ocurrir en especies domesticadas.
Esos cambios fueron consecuencia directa de la cercanía con los humanos, que les ofrecían un ambiente seguro y acceso constante a comida sin tener que competir en la naturaleza.
Uno de los aportes más importantes de esta investigación liderada por Jiajing Wang es que redefine cómo entendemos la domesticación del cerdo. Lejos de ser un proceso planificado por los humanos, fue una adaptación mutua.
Los cerdos aprovecharon la basura y los restos de las primeras aldeas agrícolas para sobrevivir. En este contexto, los más mansos y adaptables prosperaron, iniciando una transformación que con el tiempo daría lugar al cerdo doméstico que conocemos hoy.
El análisis de los dientes fósiles también permitió observar cambios morfológicos, como una reducción en el tamaño dental, parecida a la que tienen los cerdos actuales. Esto sugiere que ya estaba en marcha una transición evolutiva. Las aldeas neolíticas, con su vida sedentaria y su producción de arroz, no solo cambiaron el modo de vida humano, sino que también modelaron a los animales que se acercaban a ellas.
Según los autores del estudio, estos hallazgos demuestran que los cerdos comenzaron a convivir con humanos hace 8.000 años gracias a una relación basada en la oportunidad: la comida sobraba y los animales se adaptaron para aprovecharla. Lo que empezó como una convivencia casual terminó marcando un antes y un después en la historia de ambas especies.