Una estación, una historia. Eso es lo que propone la muestra “Estación Memoria”, que inauguró en el salón de exposiciones de la Biblioteca Popular Cornelio Saavedra, en Capital Federal, y reúne 50 fotos convertidas en afiches cinematográficos. Detrás del lente está Adrián Arellano, fotógrafo, papá, hincha de Platense y corazón de un proyecto familiar que creció en los caminos polvorientos de la Provincia de Buenos Aires.
“Estamos como en un sueño, no lo podemos creer”, dijo Adrián, rodeado de sus hijos Ian, Luca y su compañera Maura Rossi, en la presentación de la muestra. “Ver las fotos en la computadora es una cosa, pero ver 50 cuadros colgados, que nos rodean, es otra. Y que sea en una biblioteca, que es símbolo de relato e historia, nos parece muy representativo”, señaló a LANOTICIA1.COM.
La historia comenzó cuando su hijo Ian, que tenía un trastorno de lenguaje, necesitaba estímulos tranquilos para desarrollar el habla. Buscaron espacios donde la imaginación pudiera crear sin distracciones, y así llegaron a las viejas estaciones abandonadas. “Nuestro primer lugar fue Tomás Jofré. Ian era muy chiquito, iba en cochecito. Éramos solo nosotros tres. Ahí arrancó todo”, contaron.

Y lo que empezó como una necesidad, se transformó en aventura. Desde ese primer viaje, la familia recorrió 55 estaciones. En cada parada, con escenografías improvisadas, sábanas volando o leños prestados por vecinos, convertían sus retratos en afiches de cine. Cada foto era una postal intervenida por la imaginación. Cada estación, un escenario natural para contar su propia historia.
Uno de los recuerdos más vivos es el de Nueva Roma, donde los recibieron dos habitantes del pueblo. “Ellos aportaron dos palos para la producción de la foto. Nosotros con nuestras sábanas, ellos con sus cosas. Ese afiche lo hicimos entre todos”, evocaron con una sonrisa. También recordaron cuando las langostas saltaron por las ventanillas del auto en Napostá, o las veces que terminaron con las piernas pinchadas en Choique, “porque hay que ir preparados para la aventura”.

“Nos gusta decir que hay proyectos que uno va a buscar, y proyectos que te vienen a buscar. Este nos encontró”, explicó Maura. Pero después, una vez descubierta la magia, fueron ellos los que salieron a cazar estaciones.
Gowland, La Verde, Chasicó, Gouin, Líbano, Villars, San Eladio, Cucullu, Chenaut, Plomer… la lista es extensa. No siempre había alguien en la estación, pero cuando lo había, siempre había una historia. En Guinagüil, por ejemplo, se supone que vive una sola persona. “El día que fuimos, no lo vimos. Lo buscamos. Vamos a volver, a ver si esta vez lo encontramos”.
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Para la familia, los viajes no son solo movimiento. Son un modo de construir memoria. “Muchas veces la historia no nos encuentra en la estación, sino en el camino hacia ella“, contaron. De hecho, aseguran que la aventura empieza en la ruta. En las risas dentro del auto. En el ritual de preparar las cámaras. En el rock que suena de fondo.
Adrián y Maura trabajan en el Hospital Durand y son fotógrafos profesionales. Por eso, cada salida estaba inevitablemente ligada a la imagen. Pero más allá del valor estético, lo que buscaban era contar algo. “Cada foto tiene que tener historia. Si no, no tiene razón de existir”, sentenció Adrián.
Cuando compartieron sus producciones en el grupo Pueblos de Buenos Aires en Facebook, la repercusión fue inmediata. “Este proyecto tiene muchas aristas: educación, juego, fotografía, historia, familia. Y por eso llega a distintos espacios”, reflexionaron.
Ahora, con 50 afiches colgados y el corazón lleno, se ilusionan con que esta muestra pueda llegar más lejos. No por la fama, sino porque quieren dejar una semilla. “En todas las estaciones que fuimos, hay vías. Si hay vías, todavía hay trenes. A eso hay que apuntar. Ya recorrimos 55 estaciones, pero en la Provincia hay más de 750 abandonadas. La tarea es titánica… y seguramente ellos –nuestros hijos– van a ser los encargados de terminar este proyecto”.

Cuando todavía no eran conocidos, fue este medio el primero en contar su historia, en una nota publicada en 2022. Hoy, tres años después, esa historia sigue creciendo y conmoviendo.
Detrás de cada imagen hay una búsqueda por reconectar con la identidad bonaerense, con lo que fuimos y lo que todavía somos. Y también con lo que podemos llegar a ser. “Nos gustaría que la gente se anime a salir, aunque sea cerca. A caminar, a conversar, a mirar con otros ojos lo que tiene a su alrededor. Nosotros encontramos en esos lugares olvidados una manera de encontrarnos como familia y como personas. Y si estas fotos sirven para encender esa chispa en otros, ya vale la pena todo el esfuerzo”.
Y concluyen con una invitación abierta: “Recorrer es redescubrir, reenamorarse, reinventarse. En cada pueblo hay una historia. Ojalá esta muestra invite a otros a crear la suya”. Porque más allá de las cámaras, los caminos y las estaciones, este proyecto familiar habla de algo mucho más profundo: el valor de detenerse, mirar alrededor y construir memoria con lo que se tiene a mano.