¨Huyen los jóvenes a la ciudad? ¨Se desploman los alquileres y los servicios? ¨Acaso un pueblo no ofrece atractivos? Hay quienes piensan diferente y, sobre todo, han logrado cambiar la situación.
Todo empieza en Sambuca di Sicilia, que los ciudadanos llaman “Sammuca”, un pueblo con vistas al lago Arancio, que ya en su nombre de origen árabe, Zabut, parece un cuento de hadas.
El pequeño municipio, que en 2016 fue nominado al premio Pueblo de los Pueblos (y en 2021 se sumó a la lista de Pueblos de Tesoro) es una auténtica joya: heredero del antiguo y misterioso Adranon, un asentamiento griego púnico que lo contempla desde las alturas, palacios nobles que se suceden, viñedos hasta donde alcanza la vista, callejones sarracenos y purrere (galerías subterráneas), un castillo que aparece y desaparece, un clima mediterráneo que enamora.
Pero es el pueblo clásico el que corre el riesgo de despoblarse, y por eso, en 2019, surge una genialidad: recuperando una vieja idea de Vittorio Sgarbi, alcalde de Salemi en 2008, el Ayuntamiento de Sambuca (ahora dirigido por Giuseppe Cacioppo, quien hace seis años era concejal de Cultura) pone a la venta, de repente, 16 casas rurales a 1 euro cada una.
Pocas ventajas: hay que pagar una fianza de cinco mil euros, reformar en pocos años y meterse en la burocracia local. ¿El resultado? Un éxito rotundo: un flujo de norteamericanos y algunos europeos descienden como hunos, incluso Airbnb se percata del asunto y patrocina “residencias” por un euro para trabajadores inteligentes.
Parejas estadounidenses como los abogados de Washington Massoud Ahmadi y Shelley Spencer, o la actriz Lorraine Bracco (Los Soprano) han adquirido viviendas de 100 m2, las han ampliado, han instalado un ascensor y viven aquí seis meses al año. Algunos las han convertido en un B&B o en un complejo turístico de bajo costo.
En 2021, llegó la segunda ronda de “casas a 2 euros” (otras 15 o 16 unidades), mientras que el año pasado la tercera ronda, a 3 euros, también se agotó. No solo eso, sino que muchos otros municipios han seguido el ejemplo: han llegado canadienses a Mussomeli y Troina, y Caltagirone, Cammarata y Piazza Armerina se han sumado.
Cifras asombrosas: según algunos estudios, las tres rondas (1+2+3 euros) han supuesto inversiones de más de 21 millones de euros en reformas locales. Incluso garajes y áticos han acabado en subasta a un precio político gracias al efecto dominó.
Y ahora incluso hay una “Pequeña América” en la estrecha calle del centro. Obviamente, las casas no salen de un catálogo de Ikea; a menudo son auténticas ruinas, con paredes viejas, techos por reformar, sin ascensor ni wifi. El costo previsto en reformas es de al menos 30.000 euros, aunque a menudo alcanza los 200.000, pero sin duda merece la pena.
En resumen, vender por 1 euro es una estrategia ingeniosa: se transforma una ruina en una mina de oro para las inversiones, se atrae a la gente a los pueblos, se salva un trozo del patrimonio histórico y se desencadena un círculo virtuoso entre el turismo y la construcción. Y el plan para la regeneración del país “fantasma” funciona.