Una agrupación de investigadores polacos autodenominada “Zloty Pociag 2025” (Tren de Oro 2025) afirma haber localizado “con el 100 % de certeza” el legendario Tren del Oro nazi que, según algunos relatos, estaba cargado con inmensas riquezas saqueadas en toda Europa y aún permanece oculto en un túnel de Baja Silesia (sur).
El grupo de tres investigadores, que por ahora mantienen su anonimato, asegura en Facebook haber presentado pruebas al Ayuntamiento de la localidad de Walbrzych con la ubicación precisa del supuesto descubrimiento.
Los investigadores afirman haber localizado “tres vagones de grandes dimensiones” ocultos dentro de un túnel que no ha sido explorado en los últimos 80 años y que, según creen, miden aproximadamente 12 metros de largo y cuatro metros de ancho por cuatro de alto cada uno, en base a mediciones hechas con radar, y están protegidos por una puerta de acero corredera en la entrada del túnel.
La convicción del grupo se basa en una exhaustiva “comprobación de todos los datos recopilados y en mediciones” que, según ellos, ha eliminado cualquier posibilidad de error.
A finales de 1944 o principios de 1945, un convoy alemán con un botín de obras de arte y riquezas saqueadas durante la ocupación nazi partió de Breslavia (oeste de Polonia), con destino a Waldenburg (actualmente parte de Polonia y rebautizada como Walbrzych), en la Baja Silesia.
El tren nunca llegó a su destino, y se cree que fue ocultado en un túnel secreto excavado en algún punto intermedio del recorrido.
Los investigadores polacos argumentan que las dimensiones de los vagones son un factor clave que respalda su hipótesis, ya que son “demasiado grandes y pesados” para ser vagones utilizados en operaciones mineras tradicionales, lo que sugiere un propósito diferente.
Además, la cantidad de trabajo requerida para ocultar y camuflar la entrada del túnel es otro elemento que, según ellos, confirma la magnitud de lo escondido.
El grupo también ha mencionado el “valioso testimonio de un testigo” ya fallecido, que estuvo en Walbrzych realizando trabajos forzados durante la guerra y les relató la llegada y el ocultamiento de los vagones.
A pesar del entusiasmo de los buscatesoros, existen dificultades administrativas que pueden malograr su expedición, pues el terreno donde se ubica el hallazgo se encuentra en un bosque protegido, lo que requiere la aprobación de la Administración Forestal y del organismo que cuida de los monumentos de esa región.
Aunque el grupo ha obtenido permiso para una fase inicial de investigación que incluye el uso de detectores de metales en la superficie y excavaciones de hasta 50 centímetros de profundidad con palas, otras etapas, como la tala de 60 árboles, perforaciones y el uso de cámaras, han sido denegadas por el momento y podrían tardar años en alcanzarse debido a la protección del bosque.
La leyenda ha cautivado la imaginación de buscadores de tesoros y aficionados a la historia durante décadas, y se ha convertido en un misterio que se entremezcla con la trágica historia polaca de esos años.
Entre las riquezas que supuestamente albergaba el convoy estaban los paneles que recubrían la conocida como “cámara de ámbar”, una de las habitaciones del palacio de Catalina la Grande cerca de San Petersburgo que estaba decorada con paneles de ese material, pan de oro y espejos.
Las teorías sobre la ubicación del tren varían, desde las que apuntan a las proximidades del kilómetro 65 de la línea ferroviaria entre Breslavia y Walbrzych, cerca del castillo de Ksiaz y los túneles subterráneos de las montañas Owl, hasta quienes lo sitúan en el complejo Riese, una red inacabada de corredores subterráneos construida por los alemanes con mano de obra forzada de prisioneros de campos de concentración.
Otras hipótesis sugieren que el tesoro pudo haber sido enterrado en una mina de carbón abandonada o incluso trasladado a túneles bajo el Castillo de Ksiaz.
Aunque es una realidad histórica que los alemanes sí trasladaron objetos de valor por ferrocarril al final de la guerra, el caos que se produjo con el desmoronamiento del Tercer Reich permitió la desaparición de numerosos bienes y, por otra parte, la censura soviética de la posguerra alimentó aún más la especulación.
