El colesterol ha sido tema de conversación durante años, sobre todo por su relación con las enfermedades cardiovasculares. Pero no todo lo que se dice es cierto. Hoy sabemos mucho más que hace una o dos décadas, y es hora de cuidar nuestra salud y dejar atrás algunos mitos que todavía condicionan nuestra forma de comer.
En sí mismo, no es un enemigo. Es una sustancia grasa natural que cumple funciones vitales en el cuerpo. Forma parte de todas las membranas celulares, participa en la producción de hormonas (como las sexuales), interviene en la síntesis de vitamina D y permite la producción de ácidos biliares (fundamentales para digerir las grasas).
Nuestro organismo produce la mayor parte del colesterol que necesita (en el hígado), pero también lo obtenemos a través de algunos alimentos, en especial los de origen animal. El problema aparece cuando este equilibrio se altera, y los niveles de colesterol en sangre –especialmente el LDL, conocido como “malo”– se elevan por encima de lo recomendable, favoreciendo la formación de placas en las arterias y aumentando el riesgo cardiovascular.
Pero… ¿cuánto de lo que creemos sobre el colesterol es cierto? A continuación, te invito a repasar siete de los mitos alimentarios más comunes y te cuento qué dice hoy la ciencia.
1. Comer alimentos con colesterol aumenta mi colesterol en sangre
Este es uno de los errores más frecuentes. Se creía que el colesterol presente en los alimentos era el principal responsable de los niveles elevados en sangre. Hoy se sabe que, en la mayoría de las personas, el cuerpo regula su producción interna de colesterol de forma bastante eficiente, compensando lo que recibe desde la dieta. Lo que realmente eleva el colesterol LDL son otros factores: las grasas saturadas y trans, el exceso de azúcares, el sedentarismo y el sobrepeso abdominal. Por eso, más que restringir alimentos puntuales, lo importante es revisar el patrón alimentario completo.
2. Los huevos están prohibidos si tengo colesterol alto
Durante mucho tiempo se limitó el consumo de huevos por su contenido en colesterol (presente en la yema). Sin embargo, hoy se considera que, en personas sanas, comer hasta un huevo por día no incrementa el riesgo cardiovascular.
Los huevos son una excelente fuente de proteína de alta calidad, son una de las pocas fuentes alimenticias que contienen vitamina D, también colina (importante para la función cerebral) y antioxidantes como luteína y zeaxantina, beneficiosos para la salud ocular. A menos que exista una indicación médica específica, pueden incluirse perfectamente en una dieta equilibrada.
3. Si tengo colesterol alto, tengo que dejar de comer grasas
Este mito ha llevado a muchas personas al error de eliminar todo tipo de grasa de su alimentación. Las grasas cumplen funciones clave en el cuerpo y no todas tienen el mismo efecto sobre la salud.
Las grasas saturadas (presentes en embutidos, fiambres, carnes muy grasas, manteca, cremas, productos de panadería industrial) y las grasas trans (presentes en alimentos ultraprocesados) sí pueden aumentar el colesterol LDL. En cambio, las grasas insaturadas –como las del aceite de oliva, la palta, las semillas, las nueces y el pescado graso como el salmón o la caballa– tienen un efecto protector y ayudan a mejorar el perfil lipídico. La clave está en aprender a elegir mejor, no en eliminar por completo las grasas.
4. Los alimentos light no tienen colesterol
Muchos productos que dicen “light” generan la sensación de ser automáticamente saludables. Pero un producto light, solo indica que tiene menos de algún nutriente (como grasa o azúcar) en comparación con su versión original. No quiere decir que sea bajo en colesterol ni tampoco que sea nutritivo.
Además, muchos alimentos etiquetados como light siguen siendo ricos en grasas saturadas, harinas refinadas o sodio. Por eso, es fundamental aprender a leer las etiquetas completas y mirar el contenido nutricional más allá del marketing del envase.
5. Con medicación no necesito cuidar la alimentación
Suele ser un error común, el comenzar a tomar los medicamentos como las estatinas que son herramientas eficaces para reducir el colesterol cuando hay un riesgo cardiovascular elevado, pero que no reemplazan los cambios en el estilo de vida. Una alimentación rica en fibra, frutas, vegetales y grasas saludables, junto con la actividad física regular, no solo potencia el efecto del tratamiento, sino que mejora otros factores de riesgo como el peso, la glucosa en sangre y la presión arterial. La medicación actúa mejor cuando el entorno metabólico es favorable.
6. El azúcar no influye en el colesterol
Aunque muchas personas asocian el colesterol únicamente con las grasas, el exceso de azúcar también tiene un impacto negativo. El consumo elevado de azúcares refinados –presentes en bebidas azucaradas, golosinas, galletitas, productos de panadería industrial y ultraprocesados– puede aumentar los triglicéridos y disminuir el colesterol HDL (“bueno”). Además, el azúcar favorece la acumulación de grasa visceral (la que se aloja entre los órganos), que es especialmente peligrosa para el corazón. Reducir el consumo de azúcar es una medida importante no solo para prevenir la diabetes, sino también para cuidar el perfil lipídico.
7. Con un solo alimento puedo bajar el colesterol
La idea de que ciertos alimentos “mágicos” (como el ajo, la avena, el té verde o los frutos rojos) pueden reducir el colesterol por sí solos es muy común… y peligrosa, porque desvía la atención de lo que realmente importa: el conjunto de los hábitos.
Es cierto que algunos alimentos tienen compuestos que pueden colaborar. Por ejemplo, la avena contiene betaglucanos, un tipo de fibra soluble con evidencia científica que ayuda a reducir el colesterol LDL cuando se consume con regularidad. El ajo, el té verde o los fitoesteroles presentes en algunos vegetales también pueden tener un efecto positivo, pero no reemplazan una alimentación equilibrada ni un tratamiento médico cuando es necesario. No existen soluciones mágicas ni atajos. El verdadero cambio viene de la constancia, la variedad y la combinación de buenos hábitos.
El colesterol no es un enemigo: es una sustancia clave para la vida. Lo que debemos evitar es el desequilibrio, que puede llevar a un mayor riesgo cardiovascular. Para lograrlo, necesitamos información confiable, dejar atrás los mitos y adoptar una alimentación variada, rica en fibras, grasas buenas y alimentos reales, sin caer en extremos ni modas pasajeras. Comer saludable no significa comer aburrido, sino con conciencia. Y la mejor herramienta para cuidar tu salud es estar bien informado.