¿Qué hace que algunas personas encuentren sentido a su vida, incluso en medio de la adversidad? ¿Por qué otras, en cambio, sienten que todo está vacío, a pesar de tener “todo”? Para el reconocido psiquiatra español, el Dr. Enrique Rojas, la clave está en la ilusión, entendida como ese impulso vital que nos proyecta hacia el futuro.
En su análisis, el especialista señala que “tener ilusiones es estar vivo y coleando”, y que vivir con sentido no es otra cosa que tener metas, planes y desafíos que movilicen nuestra energía interior. La felicidad, dice, “no está en la posada, sino en medio del camino”, citando a Don Quijote.
Para el Dr. Rojas, muchas personas hoy reducen la felicidad a tres cosas: bienestar, nivel de vida y seguridad. Sin embargo, advierte que ninguna de ellas garantiza por sí sola un verdadero estado de plenitud. El bienestar, por ejemplo, “es una rampa de salida”, pero no el destino final.
La respuesta está en construir una “vida lograda”, una existencia que tenga coherencia con los valores personales, proyectos claros y una constante proyección hacia adelante. O como él mismo lo define: “La felicidad consiste en hacer algo que merezca la pena con la propia vida”.
Una vida con sentido se construye en torno a tres grandes pilares: el amor, el trabajo y la cultura. Estas tres dimensiones funcionan como un tríptico deslizante, que recorre la biografía de cualquier ser humano. De ahí nace la posibilidad de desarrollarse como persona, de “llegar a ser uno mismo”.
“Luchar por aspirar a lo excelente”, sugiere el psiquiatra. En un mundo donde abunda lo banal, él propone volver a los valores profundos, cultivar lo que nutre de verdad el alma.
En su visión, el Dr. Rojas propone una serie de recomendaciones clave para desarrollar un proyecto personal auténtico:
El último tramo del recorrido vital también tiene su enseñanza. Para Rojas, la madurez es aprender a vivir con serenidad, benevolencia y agradecimiento. “El agradecimiento es la memoria del corazón”, afirma. Y concluye: “Hay que aspirar a una felicidad razonable, ya que la felicidad absoluta no existe”.