Existe una frecuente relación en las mujeres que padecen cáncer de mama con la depresión: las estadísticas indican que la padecen un 40-50% de las pacientes. A veces, porque padecen de depresión antes del diagnóstico de cáncer, otras como reacción al recibir el diagnóstico o, si no, como consecuencia al tratamiento que deben realizar.
La depresión en oncología es con frecuencia subdiagnosticada y no es tratada como tal ya que suele ser considerada una reacción normal por recibir el diagnóstico o por tener que someterse a tratamientos que suelen no ser sencillos aunque sí imprescindibles.
Por otro lado, muchos síntomas se superponen entre los que son propios del cáncer y del cuadro depresivo. Se pueden mencionar la pérdida del apetito, disminución de peso, trastornos del sueño, fatiga, falta de energía, dificultad para concentrarse y enlentecimiento psicomotor, lo que puede generar confusión a la hora de realizar un preciso diagnóstico.
Las consecuencias de una depresión no diagnosticada y/o no tratada en este contexto son importantes e incluyen desde mayores dificultades para seguir el tratamiento oncológico con la debida prolijidad, hasta complicaciones tales como sentir más dolor, dificultades en la movilización, padecer de una mala alimentación o arrastrar una peor calidad de vida.
Un dato de vital importancia es que la presencia de depresión puede incrementar la mortalidad.
El tratamiento de la depresión es imprescindible, pero al mismo tiempo todo un desafío para compatibilizar ambos tratamientos: el oncológico con el antidepresivo.
Un ejemplo de lo mencionado es en el caso de la paciente que recibe tamoxifeno y al mismo se le debe indicar un antidepresivo.
El tamoxifeno suele ser muy utilizado en las mujeres con cáncer de mama y cuyo tumor tiene receptores hormonales.
La función del tamoxifeno es impedir la acción de los estrógenos sobre la mama evitando así el crecimiento tumoral. De esta manera, se reduce la tasa de recurrencia en casi 40%, y de mortalidad en 30% durante los primeros 15 años.
Para ejercer su acción el tamoxifeno es un profármaco y se debe transformar en el hígado en endoxifeno y la dificultad estriba en que algunos antidepresivos bloquean este mecanismo, por la cual el tamoxifeno puede perder eficacia.
Y es una de las razones por la cual muchos oncólogos son prudentes o hasta reacios a que sus pacientes usen antidepresivos ya que la protección que brinda el tamoxifeno se podría volver menos efectiva.
Sin embargo, también conviene señalar que esto no ocurre con todos los antidepresivos: algunos no tienen ninguna interacción perjudicial con el tamoxifeno y se pueden prescribir libremente (mirtazapina, vortioxetina, trazodona, milnacipram), con otros la interacción es mínima (venlafaxina, desvelafaxina, citalopram, escitalopram, fluvoxanina),
en algunos la interacción es moderada y se deben indicar con precaución (sertralina, duloxetina, bupropión) mientras otros ejercen una fuerte interacción negativa y no deben administrarse ya que pueden anular el efecto del tamoxifeno (fluoxetina, paroxetina, amitriptilina).
En conclusión, no se debe ignorar la depresión sino priorizar la selección cuidadosa del antidepresivo para evitar interacciones perjudiciales.