A partir de los 50 años, el estrés laboral puede sentirse con más intensidad y convertirse en un verdadero padecimiento. La presión por sostener el rendimiento, las responsabilidades familiares y el cansancio físico acumulado impactan directamente en el bienestar emocional y en la calidad del descanso diario.
De acuerdo con el portal especializado Psicología y Mente, el “estrés con connotaciones negativas suele darse cuando hay un desequilibrio entre las tareas que debemos hacer o que se nos demanda y nuestras posibilidades, es decir, no nos sentimos capaces de responder a ciertas demandas”. Así, “en el entorno laboral es muy común que surja este tipo de malestar”.
Cuando se supera el umbral de los 50, muchas personas ocupan cargos jerárquicos o atraviesan cambios laborales importantes. Eso genera tensión continua y una dificultad creciente para “desconectar” cuando finaliza la jornada, incluso estando ya en casa, cuando lo mejor es relajarse y disfrutar del tiempo libre.
El cuerpo también cambia. A partir de la quinta década, los niveles hormonales se modifican, el sueño se vuelve más liviano y la tolerancia al estrés disminuye, lo que puede amplificar las respuestas físicas y emocionales al trabajo.
El resultado es un círculo difícil de romper: se duerme mal, se piensa en temas laborales fuera de horario, se acumula irritabilidad y el cansancio se traslada al día siguiente. Pero hay estrategias que pueden ayudar a cortar ese ciclo. Cuanto antes se actúe, más fácil será recuperar el equilibrio emocional y evitar que el estrés afecte otros aspectos de la vida cotidiana.
Tener una rutina clara de cierre del día es fundamental. Cambiarse de ropa al llegar, preparar una infusión o salir a caminar son pequeños gestos que ayudan al cuerpo y a la mente a registrar que el trabajo ya terminó.
Limitar el uso de pantallas también es clave. Revisar correos laborales o responder mensajes fuera de horario mantiene el cerebro en alerta. Idealmente, conviene establecer un horario fijo para apagar el celular o silenciar notificaciones.
Crear un espacio de transición ayuda a bajar el ritmo. Escuchar música, leer, ordenar algo liviano o simplemente descansar sin estímulos contribuye a desactivar la mente y reconectar con el entorno hogareño.
El ejercicio físico suave —como caminar, nadar o hacer yoga— colabora en liberar tensiones acumuladas durante el día. Además, mejora el sueño y aporta una sensación de logro personal al margen del trabajo.
La alimentación también influye. Evitar cenas pesadas o con alto contenido de cafeína favorece un descanso más profundo. Incorporar alimentos ricos en magnesio y triptófano ayuda a relajar el sistema nervioso.
La meditación guiada o los ejercicios de respiración consciente pueden practicarse en pocos minutos y tienen un impacto directo sobre el estrés y la ansiedad. Son herramientas gratuitas, accesibles y eficaces.
Aprender a desconectarse no es un lujo, sino una necesidad. A los 50, cuidar la salud mental y física se vuelve una prioridad. Invertir tiempo en el bienestar personal no es tiempo perdido, sino una forma de preservar la energía, mejorar el vínculo con otros y aumentar la productividad sin sobrecarga.
Si el estrés persiste a pesar de los cambios, es importante buscar acompañamiento profesional. La psicoterapia ayuda a revisar hábitos, establecer límites y encontrar formas más saludables de enfrentar la presión laboral. . Pedir ayuda no es un signo de debilidad, sino un paso clave para sostener el equilibrio emocional a largo plazo.